KENNEDY JR ha declarado la guerra a los químicos

Robert F. Kennedy Jr. ha declarado la guerra a los productos químicos que invaden la comida de los estadounidenses. En un país donde las grandes corporaciones han tenido carta blanca para llenar los alimentos de sustancias tóxicas sin control, la lucha de Kennedy, respaldada por el presidente Trump, busca poner fin al escándalo del programa GRAS (Generalmente Reconocido Como Seguro), una puerta trasera que ha permitido que más de 10,000 químicos ingresen a nuestra dieta sin la supervisión adecuada.

Mientras Europa ha prohibido muchos de estos químicos por sus efectos adversos en la salud, en Estados Unidos siguen siendo utilizados sin restricciones. Entre los ejemplos más alarmantes están:

Dióxido de titanio, prohibido en la Unión Europea debido a su potencial para causar daños celulares, pero aún presente en dulces y productos dirigidos a los niños en EE.UU.

Bromato de potasio, un aditivo utilizado en la panadería industrial, vinculado a riesgos de cáncer, pero permitido en la comida estadounidense.

Colorantes artificiales, como el Rojo #40 y el Amarillo #5, que han sido asociados con problemas de comportamiento en niños y otros efectos negativos en la salud.

Kennedy ha exigido una revisión inmediata de estos productos químicos y su eliminación del suministro de alimentos. Además, ha lanzado un fuerte llamado a las multinacionales como PepsiCo y Kraft Heinz para que eliminen estas sustancias tóxicas de sus productos, al igual que ya han hecho en otros países donde la regulación es más estricta.

La pregunta que muchos se hacen es: si Europa protege a su población de estos compuestos peligrosos, ¿por qué Estados Unidos sigue permitiéndolos? La respuesta es clara: las grandes empresas han aprovechado las lagunas del programa GRAS para eludir cualquier tipo de escrutinio, priorizando sus ganancias sobre la salud de la población.

La intervención de Kennedy y Trump en este tema no solo representa una lucha contra la corrupción de la industria alimentaria, sino también un paso crucial hacia la defensa del consumidor. Con una administración dispuesta a desafiar a las corporaciones, existe una esperanza real de que estas sustancias finalmente sean eliminadas de nuestra comida.

El impacto de esta batalla trasciende las fronteras de EE.UU. Otros países deben seguir el ejemplo y unirse en la guerra contra los venenos que silenciosamente afectan a millones de personas. La salud de las futuras generaciones está en juego, y no podemos permitir que continúe esta situación sin control.

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