Américo Vera - Los estragos del Libre mercado en Perú a nivel macroeconómico

5 months ago
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Los estragos del libre mercado en Perú: cómo la macroeconomía terminó en manos extranjeras

La promesa del libre mercado en Perú ha resultado ser un espejismo que ha debilitado la soberanía nacional y ha puesto en manos extranjeras —específicamente en manos del Partido Comunista Chino— recursos estratégicos fundamentales para el desarrollo del país. Lo que se vendió como apertura económica, competencia global y modernización, ha terminado transformándose en un proceso de entrega sistemática de los activos más valiosos de la nación. Bajo el discurso tecnocrático de la “eficiencia del mercado”, Perú ha perdido el control de sectores vitales para su independencia económica, seguridad nacional y bienestar social.

Hoy, el hierro peruano pertenece a los chinos. La energía eléctrica que alimenta a la capital del país, Lima, está bajo el control de “Luz del Sur”, una empresa actualmente en manos del régimen chino. En el sur del país, sucede exactamente lo mismo. China no solo posee la electricidad, sino que sigue comprando más, sin encontrar oposición efectiva ni regulación por parte del Estado peruano. Este fenómeno no es una casualidad ni un simple accidente comercial: es una estrategia cuidadosamente orquestada por el Partido Comunista Chino, que ha encontrado en el Perú un terreno fértil para expandir su hegemonía regional, aprovechando la falta de liderazgo político, la corrupción y el dogmatismo liberal que rechaza cualquier defensa del interés nacional.

Mientras los burócratas y tecnócratas peruanos se llenan la boca hablando de “inversión extranjera” y “modernización”, el pueblo peruano se ve cada vez más desplazado de sus propias riquezas. El puerto de Chancay es el símbolo más reciente —y más escandaloso— de esta entrega. Inaugurado por el mismo Xi Jinping, este puerto completamente automatizado ha sido presentado como una maravilla tecnológica. Pero la verdad es otra: es un enclave chino en territorio peruano, sin trabajadores locales, sin integración con la economía de la ciudad, sin beneficios reales para el pueblo.

Chancay no es una ciudad más. Es ahora la puerta de entrada de la Nueva Ruta de la Seda hacia Brasil y Sudamérica. Un punto estratégico que ha sido cedido, sin mayores reparos, al control directo de una potencia comunista que no respeta los derechos humanos, ni las libertades políticas, ni la propiedad privada como nosotros la entendemos. Y lo peor es que dentro del Perú, ni siquiera se respeta al ciudadano peruano frente al avance de estas empresas. Las condiciones laborales, ambientales y fiscales que se imponen a las compañías chinas son notablemente laxas, generando una competencia desleal frente a las empresas locales que sí cumplen con las reglas.

A esto se suma el silencio cómplice de muchos medios y políticos que, por conveniencia o por cobardía, se niegan a denunciar esta realidad. Criticar a China se ha vuelto un tabú en ciertos sectores, mientras los hechos demuestran una colonización económica en marcha. Los peruanos debemos preguntarnos: ¿qué tipo de país queremos construir? ¿Uno que dependa completamente de intereses extranjeros o uno que recupere el control de su destino económico?

Lo que está en juego no es una simple preferencia ideológica. Es la soberanía, la dignidad nacional y el futuro de las próximas generaciones. Es momento de abandonar el dogma del libre mercado sin límites y comenzar a defender nuestros recursos con inteligencia, con coraje y con un sentido patriótico firme.

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