Inmigración ilegal en Canadá - Alessa Polga

4 months ago
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Canadá y la inmigración ilegal: infiltración del Tren de Aragua y el colapso del control fronterizo

La inmigración ilegal ya no es solo un problema estadounidense. El gobierno liberal de Canadá, encabezado por el Ministro de Inmigración, ha revelado cifras que deberían alarmar a cualquier ciudadano preocupado por la seguridad nacional: más de 1,000,400 inmigrantes han ingresado al país mediante distintos programas de inmigración. Pero lo más perturbador es que al menos un millón de ellos no tienen paradero conocido. ¿Cómo es posible que un gobierno abra sus puertas a tal cantidad de personas y luego no sepa dónde están?

Las consecuencias de este descontrol ya están afectando la vida cotidiana en Canadá. Según denuncias desde dentro de la propia comunidad venezolana establecida en el país, miembros del Tren de Aragua —una de las organizaciones criminales más peligrosas de Sudamérica— ya están operando en territorio canadiense. Este cartel es conocido por su violencia extrema, trata de personas, tráfico de drogas y extorsión. Su presencia en Canadá no es casual, sino consecuencia directa de políticas migratorias irresponsables y de fronteras abiertas.

La raíz de este desastre puede encontrarse al sur del continente. La desastrosa política fronteriza entre México y Estados Unidos ha generado un flujo migratorio sin precedentes. Estados como Nueva York, que se autodenominan «estados santuario», recibieron a miles de estos migrantes ilegales. Pero pronto colapsaron ante la magnitud del problema. Fue la misma gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, quien reconoció públicamente que estaban enviando a estas personas hacia la frontera con Quebec, utilizando el paso de Roxham Road, un cruce no oficial donde miles de personas ingresaban a pie a Canadá.

La situación es clara: los liberales, tanto en Estados Unidos como en Canadá, han construido una red de tráfico humano transfronterizo disfrazada de compasión humanitaria. Mientras tanto, los ciudadanos comunes y corrientes —trabajadores, padres de familia, estudiantes— pagan el precio de esta negligencia. No se trata de rechazar al inmigrante honesto que busca una vida mejor. Se trata de detener el flujo descontrolado de personas sin antecedentes verificados, sin documentación clara y con posibles vínculos criminales.

El caso del Tren de Aragua debería ser una alerta roja para todo el continente. Si esta organización logró penetrar Canadá, ¿qué tan profunda es su red? ¿Qué otras células criminales han ingresado bajo la cobertura de una política migratoria fallida? Y lo más preocupante: ¿cuánto tiempo más permitirá el gobierno liberal que esta amenaza crezca sin control?

Es hora de cerrar los pasos ilegales como Roxham Road. Es momento de establecer procesos estrictos de verificación, deportación inmediata para quienes ingresan de forma irregular y políticas migratorias que prioricen la seguridad de los ciudadanos canadienses sobre los intereses ideológicos globalistas. Canadá necesita recuperar su soberanía, su seguridad y su derecho a decidir quién entra y quién no.

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