Así fue la Posesión de la Vicepresidente María José Pinto

Así fue la posesión de la Vicepresidente María José Pinto: un juramento con firmeza, fe y responsabilidad patriótica

En una ceremonia solemne cargada de simbolismo, convicción y deber constitucional, María José Pinto González Artigas asumió oficialmente el cargo de Vicepresidente Constitucional de la República del Ecuador. El acto, lejos de ser un mero protocolo, fue una reafirmación del compromiso de un nuevo liderazgo que responde a los valores de la patria, la justicia y el respeto al mandato popular.

El momento más trascendental fue el juramento. Con la mano sobre el corazón y la mirada firme, Pinto respondió a la fórmula solemne: «¿Jura usted por su honor, ante Dios y la patria, cumplir fielmente las funciones que le otorgan la Constitución y la Ley en cumplimiento del mandato conferido por el pueblo ecuatoriano como Vicepresidente Constitucional de la República del Ecuador?». Su respuesta fue categórica y sin titubeos: «Sí, juro».

No se trató solo de una frase ceremonial. Fue una declaración con peso moral. En un continente donde los políticos muchas veces juran sin intención de obedecer a la ley ni honrar a la patria, el compromiso de Pinto cobró un valor especial. Juró ante Dios y ante el país. Un gesto que hoy más que nunca adquiere relevancia en un mundo que pretende arrinconar lo trascendente, lo espiritual y lo moral.

María José Pinto no llega al poder por cálculo político, sino por el respaldo ciudadano y por una trayectoria firme. Representa una nueva generación de líderes que no teme decir la verdad ni enfrentarse a estructuras caducas. En un Ecuador golpeado por la delincuencia, la corrupción y el abandono institucional, su presencia en la vicepresidencia simboliza un punto de inflexión. Se acabaron los tiempos de los adornos en el poder; llegó el momento del servicio real y la rendición de cuentas.

El mensaje del juramento fue directo: si cumple con su palabra, que la patria la reconozca; si no lo hace, que sea juzgada. Esta antigua fórmula republicana no es una amenaza vacía, sino un recordatorio del pacto entre el poder y el pueblo. En un país donde la impunidad ha sido norma, ese llamado a la responsabilidad es una bocanada de aire fresco.

La nueva vicepresidente tiene ahora el deber no solo de acompañar al presidente Daniel Noboa en las grandes transformaciones que el país necesita, sino también de representar la esperanza de un pueblo que ha sido traicionado por décadas. Su papel debe ir más allá de lo simbólico; debe encarnar un compromiso diario con la justicia, el orden y la seguridad.

Lo que vimos en la ceremonia no fue el ascenso de una figura más del sistema. Fue la consagración de una servidora pública que pone a Dios y a la patria por delante. Y eso, en tiempos de relativismo moral y crisis de liderazgo, no es menor.

Con líderes como María José Pinto, Ecuador puede recuperar el rumbo. Si se mantiene firme en sus principios y alejada de la vieja política de concesiones y pactos bajo la mesa, será un referente para la región. Latinoamérica necesita urgentemente figuras que gobiernen con firmeza, con sentido de nación y sin complejos frente a la verdad.

El juramento ha sido hecho. Ahora empieza el verdadero reto: honrarlo cada día desde el cargo, sin olvidar que todo poder emana del pueblo, pero sobre todo debe responder a Dios, a la Constitución y a la patria.

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