MI PADRASTO SE LLAMA TORTUGON...EXPERIENCIAS DE VIDA

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Kiel, una joven de 13 años llena de energía, pasaba las tardes bailando con pasión frente al espejo de su habitación. Con cada movimiento, expresaba sus sueños y frustraciones, sintiendo que nadie la comprendía. Su padrastro, don Rigoberto —a quien ella llamaba "Tortugón" por su sabiduría tranquila—, observaba en silencio desde la puerta, esperando el momento adecuado para acercarse.

Un día, tras un baile especialmente intenso, don Rigoberto aplaudió suavemente y le dijo: "Tu talento merece ser visto, Kiel, pero los grandes artistas también cultivan su corazón". Ella, sintiéndose vulnerable, replicó: "¿Y tú qué sabes? ¡Nunca me llevas al cine como prometes!". En lugar de enfadarse, él se sentó a su lado y compartió una historia de su juventud: cómo el diálogo había salvado la relación con su propio padre.

Así comenzaron sus "tardes de espejo", donde Kiel bailaba y don Rigoberto escuchaba. Poco a poco, el baile se convirtió en metáfora de sus emociones: pasos rápidos para la ira, giros suaves para la tristeza, y coreografías alegres para celebrar sus avances. Juntos crearon un pacto: por cada conflicto resuelto mediante el diálogo, una salida al cine para inspirar nuevos bailes.

Una tarde, Kiel coreografió una pieza titulada "La Transformación", donde cada movimiento representaba su viaje emocional. Al finalizar, don Rigoberto —con lágrimas en los ojos— le entregó dos boletos para el estreno que tanto anhelaba. "Aprendiste que bailar no es solo mover el cuerpo... es conectar con el otro", dijo abrazándola.

Reflexión final: A veces, los espejos no solo reflejan quiénes somos, sino quiénes podemos llegar a ser cuando alguien nos guía con paciencia y amor.

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