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No todo pensamiento es verdad.
A veces creemos que nuestra mente es una brújula que siempre apunta hacia el norte de la verdad, pero en realidad, nuestros pensamientos son interpretaciones moldeadas por la experiencia, el miedo y la emoción. La mayoría de las veces no pensamos para comprender, sino para justificar lo que ya creemos. La mente puede ser tan poderosa como engañosa, y solo quien aprende a observarla sin identificarse con ella logra encontrar claridad. No todo pensamiento merece ser creído; algunos solo reflejan heridas no sanadas, voces de inseguridad o ecos del pasado. Cuando entiendes esto, das el primer paso hacia la libertad mental.
La mente es un narrador incansable que no descansa ni siquiera cuando dormimos. Nos cuenta historias, crea escenarios, inventa diálogos, pero pocas veces se detiene a cuestionar si lo que narra es cierto o útil. Vivimos dentro de esos relatos, actuamos según ellos y, sin darnos cuenta, construimos una realidad basada más en suposiciones que en hechos. Quien no cuestiona sus pensamientos vive atrapado en una prisión invisible. El verdadero poder comienza cuando eliges no reaccionar automáticamente a lo que tu mente te dice, sino a observarlo con la distancia de quien comprende que la mente miente para protegerte del cambio.
La mente humana no distingue entre lo real y lo imaginado. Cuando crees firmemente en algo, tu cuerpo y tus emociones responden como si fuera una realidad tangible. Por eso los pensamientos negativos pueden enfermarnos, paralizarnos o sabotear nuestro progreso. Aprender a identificar esas ideas que no son verdad, pero parecen serlo, es una habilidad que cambia vidas. No todo pensamiento merece ser escuchado, mucho menos obedecido. La consciencia es la llave que abre la puerta del dominio personal, y sin ella, cualquier creencia puede convertirse en una limitación invisible.
Muchos pensamientos provienen del miedo, y el miedo tiene la habilidad de disfrazarse de prudencia, lógica o sentido común. Nos convence de no intentar, de no arriesgar, de no hablar, de no soñar. Sin embargo, la prudencia excesiva es una forma de autocensura. Cada vez que crees que “no puedes”, “no mereces” o “no es el momento”, probablemente estás escuchando una voz interna que no pertenece al presente, sino al pasado. Cuestionar esos pensamientos es desafiar la estructura de tus propias creencias, y solo quien se atreve a hacerlo experimenta un verdadero despertar.
Hay pensamientos que construyen y pensamientos que destruyen. La diferencia está en la intención con que se originan. Un pensamiento de crecimiento te impulsa a actuar, mientras que uno de miedo te obliga a quedarte inmóvil. Por eso, observar la emoción que acompaña a cada idea te ayudará a saber si te acerca a tu propósito o te aleja. No existe mentalidad fuerte sin autoconocimiento. La fortaleza no es la ausencia de duda, sino la capacidad de no dejar que esa duda te controle. En la medida en que aprendes a discernir entre la voz del alma y la del ego, tus pensamientos dejan de ser un obstáculo y se convierten en aliados.
Cada pensamiento es una semilla. Lo que siembras en tu mente florece en tu conducta. Siembra escasez y recogerás frustración; siembra posibilidad y recogerás expansión. No puedes esperar una vida abundante si en tu mente solo cultivas limitaciones. La mentalidad crea la realidad, y aunque no todo pensamiento sea verdad, todo pensamiento tiene poder. Aprender a pensar en positivo no significa negar lo negativo, sino elegir conscientemente en qué enfocar tu energía. La mente es como un jardín: crecerá aquello que riegues cada día, y si no cuidas lo que plantaste, las malas hierbas de la duda lo cubrirán todo.
Cuestionar tus pensamientos no es un acto de rebeldía, sino de madurez. La conciencia crítica es el inicio del crecimiento interior. Cuando dejas de creer ciegamente todo lo que pasa por tu mente, te conviertes en el observador de tu experiencia, no en su víctima. Cada pensamiento debe pasar por el filtro de la verdad y la utilidad. ¿Es cierto lo que me digo? ¿Me ayuda a avanzar o me paraliza? Estas preguntas son la brújula del crecimiento personal. Nadie puede controlar lo que piensa, pero sí puede decidir qué pensamiento alimentar.
No todos los pensamientos son tuyos. Muchos vienen del entorno, de la cultura, de la familia o de las experiencias pasadas. Repetimos frases que no nos pertenecen, adoptamos juicios que otros nos impusieron y terminamos construyendo una identidad ajena. La mente es influenciable, por eso debes protegerla como tu recurso más sagrado. Todo lo que permites que entre en tu mente —ya sea una palabra, una imagen o una conversación— tiene el potencial de modificar tu percepción. Rodéate de pensamientos que eleven tu energía, no de aquellos que la desgasten.
Los pensamientos son poderosos porque crean emociones, y las emociones determinan nuestras acciones. Por eso, cada cambio externo empieza en el interior. Si cambias la forma en que piensas, cambias lo que sientes y, en consecuencia, lo que haces. No puedes construir una vida de éxito con pensamientos derrotistas. La autoconfianza se edifica desde la coherencia entre lo que piensas y lo que haces. Cuando logras alinear mente, emoción y acción, tu vida se convierte en un reflejo consciente de tu propósito más profundo.
La mente puede ser tu mayor aliada o tu peor enemiga. Todo depende de si la diriges o si te dejas dirigir por ella. El autodominio no consiste en controlar cada pensamiento, sino en no dejar que ninguno te controle a ti. La práctica del silencio interior, la meditación o la escritura consciente son herramientas que fortalecen el músculo mental. Quien domina su mente domina su destino, porque la vida responde al tono de nuestros pensamientos dominantes. Si piensas en escasez, atraerás límites; si piensas en posibilidad, crearás expansión.
El cambio de mentalidad es un proceso, no un instante. Transformar tu pensamiento requiere disciplina emocional, paciencia y constancia. Nadie cambia su mente en un día, pero todos pueden empezar hoy. Cada vez que eliges un pensamiento de gratitud en lugar de uno de queja, un pensamiento de posibilidad en lugar de uno de miedo, estás reprogramando tu mente. La neuroplasticidad demuestra que el cerebro cambia con la práctica; lo que repites se fortalece. Por eso, cuidar tu diálogo interno es invertir en tu futuro emocional y profesional.
El pensamiento consciente es una forma de libertad. La mayoría vive en piloto automático, repitiendo ideas sin cuestionarlas. El pensamiento libre no teme contradecir la costumbre ni desafiar la norma. Las personas más exitosas no piensan como la mayoría; piensan con intención, claridad y propósito. Cuestionar no es dudar de todo, sino buscar profundidad. No todo pensamiento es verdad, pero todo pensamiento puede revelar algo sobre ti. Aprender a pensar es el arte más poderoso de la vida.
El pensamiento negativo no desaparece ignorándolo, sino abrazándolo con comprensión. No puedes sanar lo que niegas. La mente necesita ser escuchada para poder transformarse. Observar un pensamiento doloroso sin reaccionar a él te da poder sobre tu mundo interno. El crecimiento personal no consiste en evitar pensamientos incómodos, sino en aprender de ellos. Cada pensamiento difícil es una puerta hacia una parte de ti que necesita ser atendida. Detrás del ruido mental, siempre hay una verdad que espera ser descubierta.
El pensamiento no es un enemigo, pero tampoco un amigo incondicional. Es una herramienta que debes aprender a usar con sabiduría. El problema surge cuando confundimos la voz de la mente con la voz de la verdad. La mente puede engañarte con argumentos lógicos que te mantienen en la comodidad, y el alma puede empujarte con intuiciones que desafían toda razón. Aprender a distinguir entre ambas voces requiere presencia, silencio y autoconfianza. Solo así puedes dirigir tu vida sin ser dirigido por tus pensamientos.
Cada pensamiento es energía en movimiento. Las ideas que sostienes de manera constante se convierten en tu vibración, y esa vibración determina lo que atraes. No se trata de magia, sino de coherencia mental. Cuando una persona vive enfocada en el miedo, ve peligro en todas partes; cuando vive enfocada en la abundancia, encuentra oportunidades donde otros ven obstáculos. No todo pensamiento es verdad, pero todo pensamiento tiene poder, y ese poder, cuando se usa conscientemente, transforma la realidad más allá de la lógica.
La mente es una fábrica de posibilidades y temores. Es capaz de imaginar lo mejor y lo peor de ti. La diferencia entre ambas versiones radica en cuál eliges alimentar. Los pensamientos negativos no se vencen con fuerza, sino con comprensión. Cada vez que eliges conscientemente no creer una idea limitante, debilitas su poder. El pensamiento positivo no significa autoengañarte, sino aprender a mirar la realidad con esperanza, incluso cuando el entorno te empuje al pesimismo.
Tu mente no siempre está de tu lado. De hecho, muchas veces trabaja para mantenerte donde estás, no para llevarte donde podrías estar. La mente busca seguridad, no expansión. Por eso resiste el cambio, por eso te susurra excusas, por eso te convence de que no estás listo. Pero el alma anhela crecimiento, y ese conflicto entre seguridad y expansión es lo que llamamos evolución. Cuando eliges el crecimiento, estás diciendo: “Prefiero la incomodidad del cambio a la prisión del miedo”. Ese acto de decisión transforma tu existencia.
El poder de la mentalidad no se mide en cuántos pensamientos tienes, sino en cuántos dominas. Una mente entrenada no reacciona; responde. No necesita gritar, porque ha aprendido a escuchar. No se aferra, porque confía. No todo pensamiento es verdad, pero cada pensamiento tiene una intención detrás. Algunos quieren protegerte, otros quieren sabotearte. La sabiduría está en identificar la intención antes de actuar. Así construyes una vida más consciente, sin permitir que el caos mental te robe la calma.
La calidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos. Esto no es una frase bonita, es una ley psicológica. Lo que repites se convierte en tu narrativa personal. Si te repites que no puedes, vivirás limitado. Si te repites que puedes aprender, te abrirás al progreso. Lo que crees, creas. Por eso, el verdadero entrenamiento mental consiste en reemplazar pensamientos limitantes por pensamientos expansivos. No es ignorar la realidad, sino reinterpretarla de forma que te permita crecer dentro de ella.
El pensamiento crítico es un acto de libertad. Pensar por ti mismo es desafiar el sistema mental que heredaste. La mayoría de las personas no piensa, repite. Repite lo que escuchó, lo que le dijeron, lo que la sociedad dictó. Pero tú no eres un eco. Eres una voz. La independencia mental es el primer paso hacia la autenticidad. Cuanto más te liberas de las creencias heredadas, más cerca estás de tu verdad. Y esa verdad no siempre será cómoda, pero siempre será liberadora.
Los pensamientos son como olas: no puedes detenerlos, pero sí puedes aprender a surfearlos. Resistirte solo aumenta su fuerza; observarlos sin juzgar los debilita. Cuando dejas de identificarte con cada idea que cruza tu mente, recuperas el poder que siempre fue tuyo. El dominio mental no se logra suprimiendo lo que sientes, sino comprendiendo de dónde surge cada pensamiento. La observación consciente es la práctica más poderosa de transformación personal.
No hay crecimiento sin introspección. La mente no puede sanar desde la negación, sino desde la observación. Si tus pensamientos te hacen daño, no los ataques: escúchalos. Detrás de cada pensamiento destructivo hay una emoción reprimida pidiendo atención. Cuando aprendes a sostener esa emoción sin huir, la mente se calma. El crecimiento personal no es eliminar pensamientos negativos, sino aprender a vivir en paz con ellos sin permitir que tomen el control.
Tu mente es el escenario donde se libra la batalla entre tus sueños y tus miedos. Los sueños te impulsan a avanzar; los miedos te obligan a quedarte. Quien gana depende de a quién escuches más. Cada vez que eliges actuar a pesar del miedo, estás reescribiendo la historia que tu mente te contó. No todo pensamiento es verdad, pero cada pensamiento tiene un propósito: mostrarte dónde aún necesitas trabajar en ti. Escucha, pero no obedezcas a todos.
La transformación mental requiere honestidad brutal. No puedes cambiar lo que no reconoces. Admitir que tu diálogo interno es destructivo es el primer paso para sanarlo. Muchos viven justificando sus pensamientos tóxicos como realismo, pero la verdad es que el realismo sin esperanza es solo otra forma de miedo. Necesitas un equilibrio: ver la realidad tal cual es, sin negar el potencial que aún no se manifiesta. Pensar con propósito no es negar lo que duele, sino usarlo como impulso.
Tu mente puede ser un arma o un refugio. Todo depende de cómo la entrenes. Si la llenas de resentimiento, disparará dolor; si la llenas de gratitud, protegerá tu paz. El pensamiento consciente no es una moda espiritual, es una práctica de supervivencia emocional. La mente no descansa, pero tú sí puedes aprender a descansar de ella. Cada pausa, cada respiración, cada silencio voluntario fortalece tu dominio interior.
El pensamiento sin acción es una fantasía, pero la acción sin pensamiento es caos. La sabiduría está en la unión de ambos. Piensa para planificar, actúa para avanzar. No puedes quedarte en la teoría del cambio; debes convertir cada pensamiento útil en movimiento real. Cuando lo haces, transformas la energía mental en resultados tangibles. No todo pensamiento merece tu tiempo, pero todo pensamiento puede servirte si sabes usarlo como impulso.
Una mente agradecida ve abundancia donde antes veía carencia. El pensamiento de gratitud es la herramienta más sencilla y poderosa para elevar tu vibración. Cuando agradeces, entrenas a tu mente para enfocarse en lo que sí tienes, y eso cambia todo. La mente que vive en gratitud no necesita competir, porque entiende que siempre hay suficiente. Y esa sensación de suficiencia crea expansión natural. Cambia el enfoque y cambiará tu experiencia.
El pensamiento consciente también se practica en las relaciones. Muchos conflictos nacen de malinterpretar lo que la mente supone que el otro quiso decir. Cuando aprendes a no reaccionar ante la primera idea que aparece, te vuelves más sabio y empático. Escuchar no solo al otro, sino a ti mismo, antes de responder, evita guerras innecesarias. No todo pensamiento merece convertirse en palabra. A veces, el silencio es la respuesta más inteligente.
Una mente libre no es la que no piensa, sino la que elige en qué pensar. Ese es el verdadero dominio interior: la capacidad de seleccionar, filtrar y dirigir los pensamientos hacia lo que te fortalece. No se trata de evitar los pensamientos negativos, sino de no dejar que gobiernen tus decisiones. La mente te ofrecerá miles de ideas cada día, pero solo tú decides cuáles se convierten en creencias, cuáles se transforman en acciones y cuáles se disuelven como humo. Esa elección consciente es el comienzo de la verdadera libertad mental.
El poder de una creencia es tan grande como la atención que le das. Si crees que no eres suficiente, tu mente buscará pruebas para confirmarlo. Si crees que puedes aprender, tu mente buscará caminos para lograrlo. Por eso, cada pensamiento es una semilla y tu atención es el agua que la alimenta. No todo pensamiento merece crecer, pero todos los pensamientos te enseñan algo sobre ti. Los que eliges cultivar te definen; los que eliges dejar ir te liberan. Y en ese equilibrio entre soltar y construir, tu mente evoluciona contigo.
Tu diálogo interno es el narrador de tu historia. Si ese narrador es cruel, vivirás una vida de castigos; si es compasivo, vivirás una historia de redención. La voz que escuchas dentro de ti todos los días puede ser tu juez o tu mentor, tu sombra o tu luz. Entrénala para hablarte con respeto, con amor, con propósito. La autocrítica sin autocompasión es solo otra forma de violencia interior. Aprende a ser tu propio aliado. Sé la voz que necesitabas escuchar cuando más dudabas de ti.
No todo pensamiento viene del presente; muchos provienen de heridas pasadas. La mente tiende a reciclar viejos recuerdos y a disfrazarlos de advertencias. Cuando escuchas pensamientos como “no lo lograrás” o “no eres suficiente”, estás escuchando ecos del pasado. Pero no tienes que obedecerlos. Puedes agradecerles su intención protectora y, aun así, elegir avanzar. No eres tu pasado, eres lo que decides hacer con él. Cada pensamiento limitante que trasciendes es una victoria invisible que cambia tu destino.
La mente crea realidades basadas en percepciones, no en hechos. Lo que crees que está ocurriendo no siempre es lo que realmente ocurre. Por eso, aprender a observar sin juzgar es una habilidad esencial. Cuando dejas de etiquetar todo como “bueno” o “malo”, encuentras paz en el simple hecho de estar. El presente es más sabio que cualquier pensamiento sobre él. En el ahora, no hay miedo ni ansiedad; solo conciencia. Esa es la puerta hacia la calma interior que tanto buscas.
No puedes controlar lo que piensas, pero sí puedes controlar cuánto crees en ello. Los pensamientos son visitantes; algunos traen paz, otros caos. Tu tarea no es pelear con ellos, sino decidir cuáles invitas a quedarse. Cada pensamiento aceptado se convierte en una emoción, y cada emoción sostenida se convierte en una actitud. Dominar tu mente es dominar la raíz de tus emociones, y eso cambia la forma en que vives, amas, trabajas y enfrentas el mundo.
La mente entrenada no busca tener razón, busca comprender. Quien necesita tener razón todo el tiempo vive prisionero del ego. Pero quien busca entender expande su consciencia. No todo pensamiento verdadero es útil, ni todo pensamiento falso es dañino; lo importante es el propósito detrás. A veces, una idea incómoda te impulsa a crecer; otras veces, una idea cómoda te adormece. Aprender a distinguir la diferencia es el arte de vivir despierto.
Los pensamientos no se destruyen, se transforman. Cada vez que cambias una interpretación, cambias la energía de tu mente. Si ves un fracaso como lección, lo conviertes en sabiduría. Si ves un obstáculo como oportunidad, lo conviertes en impulso. El poder no está en controlar el entorno, sino en reinterpretarlo. Cambiar tu perspectiva no cambia los hechos, pero cambia tu experiencia de ellos, y eso es suficiente para transformar tu vida.
Una mente disciplinada es una mente poderosa. No todo pensamiento merece tu atención inmediata. Aprender a posponer la reacción es un signo de madurez emocional. La paciencia mental es una fuerza subestimada; te permite ver más allá de la emoción del momento. Cuando aprendes a respirar antes de responder, a observar antes de juzgar, a sentir antes de decidir, te conviertes en arquitecto de tu destino en lugar de ser un esclavo de tus impulsos.
El pensamiento obsesivo es la forma más común de autoesclavitud. Cuanto más repites una idea, más profunda se graba en tu sistema nervioso. Por eso, romper con un pensamiento recurrente requiere coraje y constancia. La mente repite lo conocido, incluso si duele, porque teme lo incierto. Pero el crecimiento está en lo desconocido. Romper con el ciclo de pensamientos negativos no se logra con lucha, sino con observación paciente y nuevos hábitos mentales.
El pensamiento crea forma, y la forma moldea tu realidad. Todo lo que existe en el mundo comenzó siendo una idea en alguien. Cada logro humano, cada avance, cada descubrimiento, fue primero un pensamiento que alguien se atrevió a creer. Esa es la prueba de que los pensamientos, cuando se alinean con la acción, pueden cambiar el mundo. No todo pensamiento es verdad, pero toda verdad nació de un pensamiento que alguien se atrevió a seguir.
El silencio es el laboratorio de la mente consciente. En el ruido no puedes escucharte, y si no te escuchas, te pierdes. Aprender a estar en silencio no es aislamiento, es autoescucha profunda. En el silencio, los pensamientos se ordenan, las emociones se calman y las respuestas surgen solas. No necesitas pensar tanto, necesitas pensar mejor. Y el pensamiento más sabio suele venir después del silencio más profundo.
Tu mente no está rota; solo está saturada. No la castigues por divagar, no la condenes por temer. Entrénala con amor, con paciencia, con constancia. La mente no cambia de un día para otro, pero responde al hábito. Si todos los días eliges un pensamiento que te fortalece en lugar de uno que te debilita, estás reprogramando tu vida. Es un proceso invisible, pero poderoso. Así es como se crea una mentalidad invencible.
El pensamiento no tiene poder hasta que tú se lo das. Puedes tener mil ideas, pero solo una cambia tu mundo: aquella que decides llevar a la acción. Pensar sin actuar es soñar sin despertar. El pensamiento correcto, acompañado de decisión, se convierte en destino. No todo pensamiento merece tu fe, pero el que eliges creer con firmeza puede abrir caminos donde otros solo ven muros.
La mente puede ser tu mejor maestra o tu peor tirana. Depende de si la gobiernas o te gobierna. Entrénala con propósito, aliméntala con conocimiento, desafíala con experiencias y protégela con silencio. No eres lo que piensas, eres el que observa lo que piensa. Y ese observador, ese testigo interno, es tu verdadera esencia: libre, fuerte y consciente.
Vivir con la mente en paz no significa dejar de pensar, sino pensar en paz. No todo pensamiento debe ser una batalla. Algunos solo necesitan ser observados hasta que se disuelvan por sí mismos. Cuando aprendes a aceptar tus pensamientos sin miedo, dejas de ser esclavo de ellos. La aceptación no es rendición, es dominio. Es decirle a la mente: “Sé que estás aquí, pero no eres tú quien decide cómo me siento”. Esa es la verdadera libertad mental.
El entrenamiento mental es diario, no eventual. Igual que fortaleces tu cuerpo en el gimnasio, fortaleces tu mente con práctica. Cada pensamiento positivo que sostienes es una repetición de conciencia. Cada vez que eliges calma sobre reacción, estás moldeando una mente más sabia. El dominio interior no se logra leyendo, sino viviendo con atención plena, una decisión a la vez.
La mente puede ser una herramienta de creación o de destrucción. Si piensas en lo que falta, generarás carencia; si piensas en lo que puedes construir, generarás abundancia. Tus pensamientos son órdenes al universo, declaraciones de intención. Aprende a dirigirlos hacia lo que quieres experimentar, no hacia lo que temes perder. Cada día tienes la oportunidad de escribir tu historia desde la esperanza o desde el miedo. Elige con sabiduría.
El pensamiento consciente te convierte en alquimista. Tomas la duda y la conviertes en curiosidad, tomas el miedo y lo transformas en acción, tomas el dolor y lo transformas en propósito. Esa es la alquimia de la mente. No todo pensamiento es verdad, pero todo pensamiento puede ser útil si lo sabes reinterpretar. Incluso el más oscuro puede ser el inicio de una gran revelación interior.
La mente humana es infinita, pero su potencial depende de la dirección. Donde pones tu enfoque, crece tu realidad. Por eso, elige pensamientos que te eleven, no que te hundan. Si enfocas tu atención en lo que te limita, te vuelves prisionero; si la enfocas en lo que te expande, te vuelves libre. La grandeza no empieza en el mundo exterior, sino en una idea que alguien decide creer y vivir.
No todo pensamiento debe ser creído, pero todos pueden ser comprendidos. Entender por qué piensas como piensas te libera del juicio. Cada idea tiene una historia detrás: una emoción, una experiencia, un recuerdo. Cuando entiendes su origen, pierden poder sobre ti. La mente deja de ser un enemigo y se convierte en un aliado. En ese punto, la vida cambia, no porque cambien los hechos, sino porque tú cambias la forma de interpretarlos.
El dominio mental es el más alto nivel de libertad. Cuando nada externo puede alterar tu paz interior, has ganado la batalla más difícil. No es ausencia de pensamientos, sino presencia de conciencia. No es evitar el dolor, sino no identificarse con él. El sabio no piensa menos, piensa mejor. Y en esa calidad de pensamiento está el secreto de una vida plena.
No todo pensamiento es verdad, pero toda verdad comienza con un pensamiento que desafía las mentiras que te contaste. Atrévete a cuestionar lo que crees imposible. Atrévete a dudar de tus dudas. El pensamiento es la semilla de toda transformación, pero solo florece en la mente del valiente que se atreve a observarse sin miedo. Tu mente no es tu enemigo: es el campo donde siembras tu destino.
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